Calles
humedecidas por lágrimas
de los que
sembraron y nada recogieron,
donde
las pisadas dejan huellas
que llevan a
ninguna parte
y se
lamentan ante los poderosos,
que,
impasibles
miran y no ven.
Risas
mordidas, de labios resecos.
Caras sucias
y estómagos vacíos,
que,
mirando al
infinito,
se pierden en letargo obligado
de querer y
no poder.
Hombres y
mujeres, como zombis
van y vienen
perdiendo el norte
con la
cabeza humillada
buscando sin
hallar.
Ojos
tristes,
miradas perdidas.
Hambre y desaliento,
de padres
que
miran con desespero
a sus hijos
desnutridos,
buscando en
los contenedores
para mitigar
su apetito,
los
desperdicios que desprecian
aquellos que
le robaron su dignidad.
Cantos,
risas, algarabía.
Luces de
guirnaldas
y
villancicos navideños,
suenan de
gargantas satisfechas.
¡Es Navidad!
Los
escaparates derrochan luces de neón
y las calles
siguen húmedas y tristes
para los que
sembraron y no recogieron
por culpa de
los poderosos,
que,
miran y no
ven, porque son ellos
los que han
perdido la dignidad
y abusan de
los más débiles
para
sentirse superiores.
Antonio Baños