Hubo una vez un doncel que profesaba de siervo
y enamorado quedó de su dueña, su señora,
Mas ante la imposibilidad de tener un romance,
que le permitiera tener acercamiento hacia ella,
le dedicó este poema a su señora, su dueña
para demostrar su amor a aquella bella doncella.
A LA MI SEÑORA
Turbanme los
pensamientos
que con orgullo mi
mal vence,
teniendo
conoscimiento
de no ser
correspondido
al amor que por vos
siento.
Mas si llegare el
momento
de aquesta vuestra
respuesta
que tengo vaga
esperanza,
esclavo de vos seré
con prontitud, sin
tardanza.
Dejar de pensar no
puedo
en lo que nunca he
logrado.
Si vos no estáis a mi
lado
prisionero de mis
sueños soy,
cautivo de mi pecado.
Dejadme señora mía
recostarme a vuestro
lado.
Venid, lamed con
jactancia
las mis heridas
causadas
de un corazón
destrozado
Agora señora mía,
dedicadme sin
tardanza
vuestra sencilla
mirada,
que plugo de vos
alcanzar
mis deseos de
esperanza.
De qué me sirve vivir
si aquesta pena, la
mía,
será para mi un
pendón
que no podré resistir
señora, amada mía.
Anbairo